El Sevilla C.F., ahora a las
órdenes del indómito Sampaoli,
continúa haciendo leyenda, encaramado en lo más alto de la tabla y peleando en
la Champions League, tras una década prodigiosa que le ha llevado a conquistar
seis títulos europeos. Todo un triunfo para el fútbol español que ha servido, además,
para reivindicar algunas de las raíces gloriosas del club hispalense.
Campanal, el líder del primer Sevilla de leyenda (foto extraída del blog Ayer y Hoy Sevillista) |
Así, echando la vista atrás
en busca de antecedentes victoriosos en el equipo de Nervión, se evoca la
prodigiosa ‘Delantera Stuka’, una de
las líneas de ataque más mortíferas de la historia del fútbol español. Fraguada
durante la guerra civil, enmarcó sus éxitos entre la Copa de 1939 y el título de
Liga de 1946. De la potencia goleadora de aquella vanguardia, que tomó el
nombre de los temibles cazabombarderos de la Luftwaffe
alemana, valga de ejemplo el formidable arranque de liga de la campaña
1940-1941: 11-1 ante el Barcelona, 0-4 ante el Oviedo y 10-3 ante el Valencia.
Los artilleros de aquel
conjunto mítico eran López, un
extremo listo e imaginativo; Raimundo
y Pepillo, que ponían la clase y el
talento; Torrontegui y Berrocal, atacantes infatigables, y ‘el
gordo’ Campanal, la punta volcánica
y arrolladora del equipo, y uno de los mejores rematadores del fútbol español
de siempre. Guillermo González del Río, que era su nombre auténtico, tomando el apodo
fubolístico de su pueblo natal, el asturiano Campanal, fue, asimismo, el
referente internacional y mundialista de aquel Sevilla, protagonizando toda una
gesta en el Mundial de 1934.
Con poco más de 20 años, ya
era toda una figura de balompié patrio. Su corpulencia, su remate a la media
vuelta y su disparo infalible le dieron fama y un billete para el Campeonato
del Mundo de Italia como recambio para el gran Lángara. Salvando las distancias del tiempo y la memoria, y
excluyendo a la Roja triunfal de los
últimos años, no ha existido mejor selección española mundialista que aquélla.
El ‘Divino’ Zamora, Quincoces, Ciriaco
y Gorostiza redondeaban un plantel
que comenzó ganando ni más ni menos que a Brasil por 3-1.
Una pelotera en el España-Brasil del Mundial de 1934 |
La mala suerte quiso que en
cuartos de final se cruzara la anfitriona Italia, amparada por el Duce, el dictador fascista Mussolini, que no estaba dispuesto a consentir
que la Copa del
Mundo saliera del país; de ahí su tenebrosa consigna ‘Vencer o morir’. Aun así,
la escuadra española, con calidad y coraje, empató a uno en un partido
convertido en una batalla campal consentida vilmente por el árbitro.
Con los españoles en cuadro
por las lesiones, se disputó un partido de desempate en el que el bueno de
Campanal tuvo su oportunidad. Y bien que la aprovechó porque rompió la dura
defensa italiana con dos tantos... que fueron anulados por el árbitro. Meazza logró el gol de la victoria para
los italianos, para vergüenza del fútbol y satisfacción de Mussolini, que no
admitía más Stuka que los de sus aliados nazis.
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